El miedo a los ruidos

Este es un Post que va a resultar extenso, ésta incluso va a ser la primera parte, ya que es un tema que venimos trabajando con Ema desde el año pasado, y que aún no podemos dar por superado. Y es el miedo a los ruidos.

Todos los niños, unos más que otros por supuesto, pero sin tomar en cuenta que tengan o no una condición «especial» pueden experimentar este susto, temor, no saber cómo responder a ciertos estímulos. Recuerdo que con mi hija mayor, que tiene sus 46 cromosomas intactos, no podía pasar la aspiradora, ni utilizar la juguera cuando ella estaba cerca, porque era escándalo seguro.

Pero con Ema, al contrario, no hay problemas con la aspiradora, de hecho bien puedo pasarla con ella adentro del cuarto, y de igual forma puedo hacer jugo sin que ella se moleste por eso. Sus problemas son: el ladrido chillón de nuestra perrita, un poodle enano de 7 años… Las voces de muchas personas hablando juntas en un lugar encerrado. Y lo peor de todo: Las Risas. Si, las risas, Ema no soporta las risas Fuertes. La descontrolan, al punto de llorar…Desconsoladamente. Por regla general, la risa de los niños no le molestan, pero la de los adultos sí, incluida la mía, (¿quien lo creería? jaja..)

Y esto ha sido un trabajo para nosotros, para mí sobre todo que soy quien la lleva a la mayoría de los lugares que va. Para Ema es un tema si vamos a un cumpleaños dentro de una casa, y la gente conversa y ríe fuerte. Y para nosotros sus padres también, porque no sabemos cómo ayudarla a procesar esta información que llega a través de sus sentidos. A parte de dar explicaciones a los presentes… Ya se imaginaran.

Como parte de sus terapias de estimulación temprana, Ema trabaja con una terapeuta ocupacional, ella ha identificado esta dificultad en el procesamiento de este tipo de estímulos y nos ha recomendado que por supuesto, no la aislemos. Que la llevemos a los lugares donde frecuenta el público: plazas, reuniones, etc. Para que se acostumbre a ver a más gente y a tolerar la presencia, y las reacciones de todas éstas personas extrañas que para ella deben ser..

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Pero el problema no es la gente, el problema son las risas, el problema es que cuando llegamos a un lugar, sobre todo encerrado, ella ya sabe de antemano que ésto va a suceder y me dice «Muchas personas»…. ante ésta situación, una de las primeras cosas que hice fue buscar en internet. Buscar experiencias de Mamas que hayan pasado por lo mismo y la verdad es que no encontré mucho en ese momento. Así que decidí tratar de entender y ponerme en sus mismos zapatitos…

Esta situación la tuvo primero con miembros de la familia, en reuniones familiares no toleraba algunas risas (y sus decibeles) así que partí sacando fotos (algunas a escondidas incluso), las imprimí, otras las dejé en mi celular, y se las mostraba, le decía Acá está la Tía Fulana o el Tío Sutano, ¿cómo se rien los tíos?, a veces respondía con un «JAJA» y otras veces «No!»… pero bueno, paciencia.

El día 18 de septiembre del año pasado fué el gran día donde pondríamos a prueba todo ésto, todos empezaron a reir en la mesa, y a «tirar tallas» (echar bromas) y ya la estaba notando un poco angustiada, y le pregunté: ¿cómo se rien los tios? y ¿cómo se rie Ema?. Y, maravillosamente pasamos un almuerzo y posterior once, hasta jugó en la plaza de lo mejor!…

Listo! Esta es la «receta», lo superamos, al menos por ahora…. pero NO!, pasó un tiempo y volvió el temor nuevamente y ya la receta anterior no funcionaba… llegamos a un punto en que para algunas personas (nótese la maña) ella prefería venirse a su cuarto, y ver tele, y aislarse del estímulo.

Esa era su receta: desvincularse de la fuente que le ocasionaba el estrés. Y yo, llevándola a todas partes para que se acostumbrara a ésto.

Una muy buena amiga me recomendó que la dejara caminar descalza, mismo consejo que le diera alguna terapeuta con su hijo… asi que afuera zapatos. Y si había oportunidad de sacárselos en alguna otra cosa que visitáramos lo hacíamos. Pero no funcionó del todo, ¿será que vivimos en apartamento? (Sí, me llegué a preguntar éso)… nuevamente recurrí a su Terapeuta Ocupacional, ella me recomendó no forzarla, seguir asistiendo a todo tipo de situaciones, pero sin forzar: besos, ni abrazos, ni siquiera saludos… si quería saludar pero sólo de lejitos, entonces, perfecto. No forzar. Bien. lo hicimos… todavía lo hacemos, aunque debo confesar que de repente se me olvida y le digo: Ema dale un besito a….

Por éstos meses hemos tenido muchas más visitas, y Ema se ha acostumbrado a ver más gente. Aunque yo aún noto que le genera cierto estrés, y en ocasiones suelta el llanto (el ladrido de motita, nuestra perrita, sobre todo) ya está controlandolo más, algo dentro de mí siente que ella traduce las risas como burlas… La «receta» aún no la tengo. Creo, que son varias cosas… ahora vamos a ver que nos dice un Sicologo energético…. les cuento más en la segunda parte.

La segunda parte de éste proceso, aquí

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